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lunes, 15 de octubre de 2018

DEPRESIÓN. INFLUENCIA DE LAS VITAMINAS Y MINERALES.

Diversos estudios epidemiológicos han encontrado menores niveles sanguíneos o de ingesta de algunos micronutrientes, como vitaminas o minerales, en pacientes con depresión en comparación con sujetos sanos. En concreto, en los niveles de vitaminas del grupo B, la D o en los niveles de magnesio, calcio o zinc. Así lo explica Almudena Sánchez-Villegas, catedrática de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, que va a impartir su conferencia La alimentación saludable reduce el riesgo de depresión para inaugurar el XXI Congreso Nacional de Psiquiatría, esta semana en Granada.



A esta lista, Gabriel Selva, especialista en Psiquiatría del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental(Cibersam), añade otro nutriente más: “El déficit de ácidos grasos omega 3 en la dieta puede contribuir a la aparición de síntomas depresivos”.

“Evidencias sólidas”

En lo referente a otros nutrientes, dice este psiquiatra, “hay evidencias sólidas que demuestran que la adherencia a la dieta mediterránea, con ingesta elevada de frutas, verduras, frutos secos y pobre en carnes procesadas, tiene un efecto protector sobre la depresión. El consumo de café parece tener un efecto beneficioso en su prevención”.
¿Cómo afecta la falta de vitamina D al estado de ánimo? En concreto, “algunos estudios han demostrado que niveles bajos pueden asociarse a la aparición de un mayor número de síntomas depresivos y de ansiedad, aunque no a trastornos depresivos graves. Además, tener niveles adecuados de esta vitamina ayudaría a mantener las funciones intelectuales en personas mayores”, señala Selva.
Es difícil determinar si el déficit de micronutrien-tes desemboca en depresión o si es ésta la responsable de malos hábitos alimentarios
A pesar de que hay evidencia que apunta a que el suplemento con vitamina D puede acompañarse a una mayor grado de bienestar, “no hay datos suficientes para avalar la eficacia de la vitamina D en el tratamiento de la depresión cuando la enfermedad ya está establecida”, advierte el investigador del Cibersam.



“Aunque parezcan existir ciertas deficiencias nutricionales en pacientes con depresión, la mayoría de los estudios que se han llevado a cabo no han valorado el efecto de la deficiencia en estos nutrientes sobre el riesgo de depresión. Es difícil, por tanto, determinar si el déficit de micronutrientes desemboca en depresión o si es el propio estado depresivo el responsable de la existencia de malos hábitos alimentarios y de una ingesta inadecuada de micronutrientes”, expone Sánchez-Villegas.
En su grupo de investigación valoraron si la presencia de inadecuación nutricional en al menos cuatro micronutrientes (es decir, si en al menos cuatro vitaminas o minerales no se seguían las recomendaciones nutricionales) se asociaba con desarrollar depresión a largo plazo. “Los resultados, publicados en el último número del European Journal of Nutrition, indicaron que los sujetos del estudio que no cumplían las recomendaciones nutricionales en al menos cuatro minerales o vitaminas presentaban un 37 por ciento más riesgo de sufrir depresión que aquéllos que se encontraban con valores normales de ingesta y dentro de las recomendaciones dietéticas establecidas”, cuenta la catedrática.



¿Qué hay de los omega 3?

“La ingesta de ácidos grasos omega 3 presentes en frutos secos y pescados se ha asociado con un menor riesgo de depresión, pero los resultados no son concluyentes. Aunque el funcionamiento y la estructura del sistema nervioso central dependen de estos ácidos grasos, y de la actividad de vitaminas, minerales y elementos traza, en el estudio de la etiología de la depresión se hace necesario un abordaje más amplio, donde se investiguen patrones globales de alimentación y no nutrientes concretos”, afirma Sánchez-Villegas. Algunos nutrientes pueden interactuar entre sí, por lo que resulta complejo establecer el papel real que la ingesta de un nutriente concreto presenta sobre la depresión.
La catedrática de Medicina Preventiva y Salud Pública indica que sí parece más claro, y existe consistencia entre diversos estudios epidemiológicos de diseño riguroso, “el efecto protector que patrones globales de alimentación saludables (y que por supuesto aseguran los requerimientos nutricionales en vitaminas, minerales y ácidos grasos omega 3) tienen sobre la depresión”.
No hay datos suficientes para avalar la eficacia de la vitamina D en el tratamiento de la depresión
La recomendación que debería hacerse para mejorar la ingesta de los nutrientes mencionados, en general, y reducir el riesgo de depresión, en particular, “es la de seguir un patrón de dieta saludable rico en frutas, verduras, frutos secos y legumbres. También hay que disminuir la ingesta de alimentos ultraprocesados, como bollería industrial, comidas precocinadas o carne procesada y sustituir los hidratos de carbono (pan, pasta y arroz) refinados por productos integrales, y las carnes rojas por carnes magras y pescados”, aconseja Sánchez-Villegas.
La experta concluye transmitiendo que existe una mayor evidencia científica y tienen mayor valor desde el punto de vista de la Salud Pública los patrones de alimentación que las vitaminas o minerales en concreto.
En el caso de la vitamina D, Selva recomienda aumentar las horas de exposición al sol y las actividades al aire libre. Estos consejos son más relevantes en mayores, por sus dificultades para sintetizarla.

Artículo de Ana Callejo Mora publicado en Correo Farmacéutico

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