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viernes, 26 de junio de 2015

ACEITE DE PALMA, PEOR IMPOSIBLE!!!

El aceite de palma se extrae de la palma africana (elaeis guineensis) y es el más consumido del mundo. Se usa en alimentación, detergentes en polvo, cremas hidratantes, suavizantes del pelo, biodiesel..., al punto se utiliza en tan múltiples productos que cada persona consume 10 kilos de aceite de palma por año por término medio.



En su composición destaca el ácido palmítico, un ácido graso saturado. Por término medio entre un 45% a 55% son grasas saturadas, dependiendo de si la planta es de Indonesia, Malasia, Nueva Guinea Papúa, Colombia, Tailandia, Comboya, Brasil, México o África Occidental. Las condiciones medioambientales, el suelo, el clima..., es lo que le hace variar la concentración en grasas. Si un 50% por termino medio, como he anotado, es grasa saturada (frente al 15% de otros aceites), entre un 9% y un 12% son grasas poliinsaturadas en su composición (otros aceites poseen por término medio un 30%).

La grasa poliinsaturadas es lo que se conoce popularmente como grasa buena, los omegas, que son cardiosaludables y con potencialidad antiinflamatoria. La grasa saturada es precursora de colesterol y está en la base de la patología cardiocirculatoria como veremos.

La mayor parte de la producción del aceite de palma se da en Indonesia y Malasia, que representan el 85% de la producción mundial.

Además de los ácidos grasos en su composición también posea carotenoides (pro-vitamina A) y un alto contenido en Vitamina E.


La controversia que se ha generado con el aceite de palma hoy en día es por este alto consumo, de una u otra forma, por la industria y la alimentación. El "boom" del consumo comenzó a raíz de la prohibición del uso de grasas animales (tipo sebo de cerdo) en la industria alimentaría, sobre todo con los productos de bollería. Se elimina la grasa animal por su perjuicio para la salud debido a sus altos contenidos en colesterol y se sustituye por lo que se denominan grasas vegetales en su etiquetado.

Esto nos puede llamar a engaño por que se asocia grasa vegetal con la grasa buena tipo omega, 3, 6 y 9, cardiosaludables y con muchas propiedades terapéuticas en nuestro organismo. Pero las grasas que usa la industria alimentaría es el aceite de palma y en menor medida aceite de coco, ambos ricos en colesterol y grasas saturadas.

Pudiendo usar grasas vegetales saludables, la pregunta que surge es ¿por qué se usa este tipo de grasas nocivas para la salud?. Dos motivos fundamentales. Uno las características físicas del aceite de palma: es sólido a temperatura ambiente. Esto permite dar una textura buena a los alimentos como la untuosidad, la cremosidad... Son grasas que resisten mejor al tratamiento térmico y la oxidación, por lo que no se enrancian tan fácilmente como el aceite de oliva o de maíz. El otro gran motivo es el bajo coste de este producto, que permite mayores márgenes comerciales a las empresas.

Estos dos motivos expuesto justifica que esté desplazando a las grasas hidrogenadas en el uso alimentario. Y su consumo va en aumento.

Al dispararse el consumo del aceite de palma implica que cada vez se genera más demanda de cultivo de la palma y donde está el dinero e interés económico de por medio, no hay otro tipo de planteamientos. Esto ha llevado a generar plantaciones masivas de palma sobre todo en el sureste asiático, llegando a talar bosques primigenios en Nueva Guinea Papúa para plantar extensiones ingentes de palma. Las consecuencias de este monocultivo en muchos países es el exceso medioambiental:
  • Se están deforestando bosques subtropicales.
  • Se está rompiendo el hábitat de especies como los orangutanes, elefantes, tigres de Sumatra..., abocándose a su extinción.
  • Hay una pérdida de biodiversidad con un empobrecimiento natural en las zonas de cultivo.
  • Aumenta mucho la contaminación con este tipo de cultivos.

A esto se suman los excesos sociales que conllevan este tipo de explotaciones:

  • Se arrebatan las tierras a los indígenas por parte de las grandes corporaciones sin miramientos a los derechos sobre las mismas.
  • Abusos contra los derechos humanos.
  • Empobrecimiento económico de la zona al limitar el desarrollo de un turismo medioambientalmente sostenible.


Pero el mayor problema no es el medioambiental o social, sino el de salud. Si bien es cierto que el aceite de palma es rico en carotenoides y en vitamina E (excelentes antioxidantes) es mayor el perjuicio que ocasiona a la población el consumo de grasas saturadas potencialmente cardiolesivas. Este tipo de grasas aumenta el nivel del LDL colesterol en sangre, claro desencadenante de arterioesclerosis, por el depósito del mismo en la membrana íntima del endotelio de los capilares. Se va engrosando progresivamente la pared arterial en detrimento de la luz capilar, cada vez hay menor espacio para el paso de la sangre a los diferentes órganos llegando a cegarse algunos arterias. Consecuencia de esta anómala situación es que se desencadenan accidentes cerebrales vasculares, isquemias cerebrales e isquemias por falta de aporte de riego al corazón, pudiendo derivar en un infarto agudo de miocardio.

El colesterol alto o aumento del LDL colesterol en sangre ocasionado por el aceite de palma es sólo uno de los factores que influyen en el acortamiento de la expectativa y calidad de vida. A esto se une el tabaquismo, obesidad, falta de ejercicio, malos hábitos alimentarios, hipertensión... Un cóctel que es muy común en nuestra sociedad y ocasiona tanto sufrimiento y gasto social.

Hay actualmente una campaña defendiendo un aceite de palma sostenible pero en mero lavado de imagen ante el creciente movimiento social en contra del uso y consumo del aceite de palma.


Tiene difícil solución este tema para la industria alimentaría mientras la tecnología no desarrolle alternativas a las características organolépticas que aporta este producto a los alimentos pero depende de la presión de los consumidores y las colectivos sociales para buscar alternativas y aplicarlas en beneficio de la salud de la población y el equilibrio medioambiental. Como botón de muestra es la prohibición del uso alimentario de las grasas halogenadas que se produjo en Estados Unidos la semana pasada.

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