ACEITE
DE PALMA, PEOR IMPOSIBLE!!!
El aceite de palma se extrae de la
palma africana (elaeis guineensis) y es el más consumido del mundo.
Se usa en alimentación, detergentes en polvo, cremas hidratantes,
suavizantes del pelo, biodiesel..., al punto se utiliza en tan múltiples
productos que cada persona consume 10 kilos de aceite de palma por
año por término medio.
En
su composición destaca el ácido palmítico, un ácido graso
saturado. Por término medio entre un 45% a 55% son grasas saturadas,
dependiendo de si la planta es de Indonesia, Malasia, Nueva Guinea Papúa, Colombia, Tailandia, Comboya, Brasil, México o África
Occidental. Las condiciones medioambientales, el suelo, el clima...,
es lo que le hace variar la concentración en grasas. Si un 50% por
termino medio, como he anotado, es grasa saturada (frente al 15% de
otros aceites), entre un 9% y un 12% son grasas poliinsaturadas en su
composición (otros aceites poseen por término medio un 30%).
La
grasa poliinsaturadas es lo que se conoce popularmente como grasa
buena, los omegas, que son cardiosaludables y con potencialidad
antiinflamatoria. La grasa saturada es precursora de colesterol y
está en la base de la patología cardiocirculatoria como veremos.
La
mayor parte de la producción del aceite de palma se da en Indonesia
y Malasia, que representan el 85% de la producción mundial.
Además
de los ácidos grasos en su composición también posea carotenoides
(pro-vitamina A) y un alto contenido en Vitamina E.
La
controversia que se ha generado con el aceite de palma hoy
en día es por este alto consumo, de una u otra forma, por la industria y
la alimentación. El "boom" del consumo comenzó a raíz de la
prohibición del uso de grasas animales (tipo sebo de cerdo) en la
industria alimentaría, sobre todo con los productos de bollería. Se
elimina la grasa animal por su perjuicio para la salud debido a sus
altos contenidos en colesterol y se sustituye por lo que se denominan
grasas vegetales en su etiquetado.
Esto
nos puede llamar a engaño por que se asocia grasa vegetal con la grasa
buena tipo omega, 3, 6 y 9, cardiosaludables y con muchas propiedades
terapéuticas en nuestro organismo. Pero las grasas que usa la
industria alimentaría es el aceite de palma y en menor medida aceite de
coco, ambos ricos en colesterol y grasas saturadas.
Pudiendo
usar grasas vegetales saludables, la pregunta que surge es ¿por qué
se usa este tipo de grasas nocivas para la salud?. Dos motivos
fundamentales. Uno las características físicas del aceite de palma:
es sólido a temperatura ambiente. Esto permite dar una textura buena
a los alimentos como la untuosidad, la cremosidad... Son grasas que
resisten mejor al tratamiento térmico y la oxidación, por lo que no
se enrancian tan fácilmente como el aceite de oliva o de maíz. El
otro gran motivo es el bajo coste de este producto, que permite mayores márgenes comerciales a las empresas.
Estos dos motivos expuesto justifica que esté desplazando a las grasas
hidrogenadas en el uso alimentario. Y su consumo va en aumento.
Al
dispararse el consumo del aceite de palma implica que cada vez se
genera más demanda de cultivo de la palma y donde está el dinero e
interés económico de por medio, no hay otro tipo de planteamientos.
Esto ha llevado a generar plantaciones masivas de palma sobre todo en
el sureste asiático, llegando a talar bosques primigenios en Nueva
Guinea Papúa para plantar extensiones ingentes de palma. Las
consecuencias de este monocultivo en muchos países es el exceso
medioambiental:
- Se están deforestando bosques subtropicales.
- Se está rompiendo el hábitat de especies como los orangutanes, elefantes, tigres de Sumatra..., abocándose a su extinción.
- Hay una pérdida de biodiversidad con un empobrecimiento natural en las zonas de cultivo.
- Aumenta mucho la contaminación con este tipo de cultivos.
A esto se suman los excesos sociales que conllevan este tipo de
explotaciones:
- Se arrebatan las tierras a los indígenas por parte de las grandes corporaciones sin miramientos a los derechos sobre las mismas.
- Abusos contra los derechos humanos.
- Empobrecimiento económico de la zona al limitar el desarrollo de un turismo medioambientalmente sostenible.
Pero
el mayor problema no es el medioambiental o social, sino el de salud.
Si bien es cierto que el aceite de palma es rico en carotenoides y en
vitamina E (excelentes antioxidantes) es mayor el perjuicio que
ocasiona a la población el consumo de grasas saturadas
potencialmente cardiolesivas. Este tipo de grasas aumenta el nivel
del LDL colesterol en sangre, claro desencadenante
de arterioesclerosis, por el depósito del mismo en la membrana
íntima del endotelio de los capilares. Se va engrosando
progresivamente la pared arterial en detrimento de la luz capilar,
cada vez hay menor espacio para el paso de la sangre a los diferentes
órganos llegando a cegarse algunos arterias. Consecuencia de esta
anómala situación es que se desencadenan accidentes cerebrales
vasculares, isquemias cerebrales e isquemias por falta de aporte de
riego al corazón, pudiendo derivar en un infarto agudo de miocardio.
El
colesterol alto o aumento del LDL colesterol en sangre ocasionado por
el aceite de palma es sólo uno de los factores que influyen en el
acortamiento de la expectativa y calidad de vida. A esto se une el
tabaquismo, obesidad, falta de ejercicio, malos hábitos
alimentarios, hipertensión... Un cóctel que es muy común en
nuestra sociedad y ocasiona tanto sufrimiento y gasto social.
Hay
actualmente una campaña defendiendo un aceite de palma sostenible
pero en mero lavado de imagen ante el creciente movimiento social en contra del
uso y consumo del aceite de palma.
Tiene
difícil solución este tema para la industria alimentaría mientras
la tecnología no desarrolle alternativas a las características
organolépticas que aporta este producto a los alimentos pero depende
de la presión de los consumidores y las colectivos sociales para
buscar alternativas y aplicarlas en beneficio de la salud de la
población y el equilibrio medioambiental. Como botón de muestra es la prohibición del uso alimentario de las grasas halogenadas que se produjo en Estados Unidos la semana pasada.
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